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sábado, 25 de enero de 2014

Futuras promesas.

Esta entrada la escribo para que la gente conozca el talento de estas 3 chicas, que estoy segura que llegaran muy lejos, y no lo digo solo por lo mucho que las quiero, sino porque con su esfuerzo demuestran que lo muchísimo que valen. Y recordad que ayudar a cumplir sueños no os cuesta nada, así que...

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» Angi, es una chica, cuyo sueño es cantar, y lo hace genial para lo joven que es, sé que llegará muy lejos porque la he escuchado y tiene una voz maravillosa.


Podéis visitarla en:

» Glade, es otra chica, que le gustaría ser youtuber, y lo hace demasiado bien, sus vídeos hacen que te sientas genial porque está demasiado loca.


Podéis visitarla en:

Facebook: https://www.facebook.com/GladeInWonderland
Instagram: http://instagram.com/igladew
Twitter: https://twitter.com/iGladeW
Youtube: https://www.youtube.com/user/GladeInWonderland?feature=watch

» Por último, pero no menos importante, Coral, es una niña muy adorable, la conozco desde hace poco tiempo, en comparación con Glade y Angi pero se hace querer. También llegará lejos porque se le ve la ilusión que tiene por cantar.

Podéis visitarla en:

Soundcloud: https://soundcloud.com/beginwithtorn
Twitter: https://twitter.com/_CoralOfficial
Youtube: http://www.youtube.com/channel/UC8piCkbyFM-ZWbmMlCiPETg


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"If you can dream it...



Eran las 5 y media de la madrugada. Una paloma mensajera picó en mi ventana. En su pico, un sobre. Era él. Me había mandado un mensaje. ¡Qué nervios! ¿Qué pondrá? ¿La abro ya o espero? Y la abrí. Su mensaje era claro a la vez que confuso: “if you can dream it, you can do it. A la salida del sol en el pozo del bosque”. Todo me parecía normal, salvo el hecho de que nunca habíamos quedado allí. Rápidamente me vestí. Algo básico, unos pantalones negros, una blusa azul y las botas. Cogí lo necesario para ir y me puse en camino. No sabía muy bien dónde estaba el pozo porque había ido en contadas ocasiones y siempre me acompañaba alguien. Desde la muerte de Rob allí no había vuelto. Supongo que por los recuerdos. Verle caerse dentro, su grito desesperado, cada vez más lejano… fue demasiado traumático para mí y me ha dejado marca. Pero ahora lo que importa es mi cita con Daan. El pozo queda al final del Bosque de Isis, tras pasar el puente de enredaderas. Ese bosque siempre me había parecido extraño, o tal vez, mágico. Las cosas que suceden ahí nunca tienen un por qué. Sinceramente cada vez que iba, volvía aturdida a casa. Y cada vez que iba tenía miedo de no volver. Tras cruzar el puente giré a la derecha y seguí recto hasta llegar al pozo. Allí no había nadie. ¿Dónde está Daan? ¿Me habrá mentido? Me preguntaba.
-¡Hola! ¿Asustada? –gritó detrás de mí.
-¿Debería de estarlo Daan? –le dije con un tono de enfado.
-Claro que no, no te voy a hacer daño, tranquila.
Sus palabras sí que tenían magia, cuando él habla todo parece bueno, incluso los misterios que esconde este dichoso lugar. Estaba llena de dudas. Él odia las preguntas, tanto como yo odio la intriga. Me gustaría darle un par de collejas por traerme sin decirme para qué, pero no lo hago.
-¿Estabas dormida? ¿Te he despertado? –dice con tono irónico.
-No, que va… estaba contando ovejitas. –le respondo con una cara demasiado agria, incluso para mí.
-¿Y qué tal? Las ovejitas digo. –sigue preguntando. Odia que le hagan preguntas, pero adora hacerlas.
-Eres imbécil, ¿sabes? Están todas bien, duermen.
-Eh, no seas agresiva. –y me abraza dándome un beso en la frente.
Así cualquiera no se vuelve dócil. A pesar de ello, sigo desconfiando de él. Al igual que el bosque, esconde muchos secretos, que aún no ha tenido valor de revelarme. Algún día lo hará, espero.
A medida que avanzamos, más tiemblo.
-¿Tienes frío? Ten.-me dice poniéndome su chaqueta de cuero.
-Gracias pero el cuero no da mucho calor. –le digo entre risas.
-Has sonreído, al fin, lo creía imposible. –dice.
Seguimos caminando, y el sol empieza a desaparecer cuanto más lejos del pozo estamos. Es raro, se supone que debe aparecer, no desaparecer. El reloj marca las 6 y cuarto. Le necesitaba preguntar qué estaba pasando, pero dudo un instante.
-Daan… mi voz tiembla al pronunciar su nombre.
-Dime, ¿sucede algo?
-Eso mismo me pregunto yo, ¿por qué el sol se esconde? Tengo miedo.  empiezo a palidecer cuando oigo pasos.
-No es nada, supongo que se está nublando el día. –ni siquiera él, que va de valiente, evadía miedo.
-¿Qué hacéis aquí? –susurra una voz detrás de nosotros.
¡Los pasos! Claro. Me giro y, no pasa nada, es Jordy, no nos hará daño.
- Jordy… la pregunta es ¿qué haces tú aquí? –la voz con la que Daan pronunció esas palabras era de enfadado lleno de celos. Le doy un codazo para que se relaje.
-Daan tranquilo, estaba de paso, no te enfurezcas. –le dice Jordy con una sonrisa malvada en los labios.
Siempre han sido así, rivales. Incluso en una tontería querían ganar. Pero, ahora, no entiendo a qué viene tanta mirada de enfado y tantos celos, si se les puede llamar así. Desde lo de Rob su relación ha empeorado. Cuando él vivía, no eran amigos, pero se intentaban llevar bien. En cambio, yo, desde aquello, me llevo mejor con los dos porque me han ayudado a superarlo. Pero mi debilidad siempre ha sido, es y será Daan. De ahí que cuando estoy con Jordy, él ponga malas caras.
-Jordy, creo que vas sobrando…– dice Daan, y otro codazo le doy.
-¿Tienes prisa de que me vaya, bonito? Que decida ella. –le responde Jordy, aunque, con un tono muy desagradable, lo cual hace que hasta yo quiera que se vaya.
-Creo que… bueno… deberías irte… mañana nos vemos. –le digo, lo más amablemente que puedo.
Tras mirar fijamente, con odio, a Daan, se despide de mía con un beso en la mejilla y se va. No me quedo tranquila. Se ha ido por donde no tiene que ir, ¿a dónde irá? Que haga lo que quiera, pienso fríamente.
-Sígueme. –me susurra Daan al oído.
Le sigo por un camino que no era de tierra ni de hierba ni de piedra, era de algún material que extraño, que desconocía, pero que me gustaba, brillaba y daba sensación de magia. La luna empieza a salir, ¿en serio? La luna por la mañana, hay cosas anormales y luego las que yo presencio.
-¿Recuerdas la frase que te puse en la carta? –me dice.
-Sí, “if you can dream it, you can do it”. –le digo con cara de no saber a qué viene eso.
-¿Recuerdas lo último que nos dijo Rob antes de morir? –la voz de Daan se entrecorta.
Y comienzo a pensar, pero no recuerdo sus palabras, solo veo su caída, cómo cae, como se aleja. Pienso, pienso, pienso… ¡eso es! Lo último que dijo fue esa frase, claro, por eso Daan me la puso en la carta.
-Claro, lo recuerdo. –le digo con los ojos encharcados.
-No, pero no llores. No soporto verte llorar, es como una patada en el estómago. –me seca las lágrimas que ya se habían deslizado por mis mejillas y me abraza. Me abraza como solo Rob lo hacía. Cuando Rob me abrazaba parecía como si el mundo se parase y solo quedásemos nosotros dos. Y ahora… estoy sintiendo lo mismo. ¿Me habré enamorado de Daan? No sé, no puede ser, o sí.
-Verás, Rob una vez me contó lo mucho que te quería y me dijo que si algún día faltaba, esperaba que fuese yo quien te hiciese feliz, y eso quiero. Me dijo que en este lugar, te conoció, y que es mágico. Por eso, te traigo aquí. Si esto verdaderamente es mágico, me querr…–no le dejo acabar la frase e intervengo.
-No es necesario, ya te quiero. No lo sabía hasta hace un momento y…–me corta él con un beso.
Se parece tanto a Rob, que pienso que son la misma persona aunque sé que eso es imposible. Es un beso tan dulce que… no, ya no lo es, siento en los labios un sabor salado… no, no puede ser, no. Es sangre. Me despego rápidamente de él y veo como cae un chorro de sangre por su boca.
-Recuerda que siempre te voy a querer y nunca lo olvides “if you can dream it…–su último aliento, no consigue acabar la frase y se muere, se muere en mis brazos.
Miro sus ojos cristalinos una última vez, le bajo los párpados y mientras lloro y con la voz casi insonora, acabo sus últimas palabras.
-…you can do it”.

Suicidio en la Eiffel.



 “¿Cómo alguien que te quiere puede llevarte a un final como este?” difícil respuesta.
Siempre he tenido claro que todo lo que empieza, algún día, acaba. Pero nunca había imaginado que sería de una manera como esta. Hace exactamente 364 días, 22 horas y 3 minutos que mi final empezó.
Hoy, me dispongo a acabar todo lo que aquel día empecé, quizás debería decir, empezamos. Él, y yo. Nosotros.
Sí, me enamoré ciegamente de él. A día de hoy no puedo negar que le haya olvidado, si lo hiciera estaría mintiendo. Por ello, cuando justamente se cumpla un año del comienzo, llegará el final.
Tengo aproximadamente 2 horas para despedirme de las personas que más quiero, de hacer lo que más me gusta y de decirle adiós a la vida.  Lo primero es su despedida, pero ¿qué decirle que no le haya dicho ya? Entre nosotros todo está dicho.  Cojo una hoja de papel y escribo: “me hiciste la persona más feliz del mundo, ahora dejaré de serlo, para que lo seas tú, gracias por matarme, el mismo lugar” me siento tan inútil, tan poca cosa, tan… todo que, no me atrevo a decirle más. Ese es mi último mensaje. Una parte de mi quiere que sufra, que sufra por todo el calvario en que ha convertido estos últimos meses, pero la otra, la otra le quiere como el primer día, el primer día que le vi en aquel ascensor subiendo a la cima de la torre, amor a primera vista, creo.
Miro al pasado, al 6 de abril, veo sus ojos clavados en los míos, brillantes como el reflejo de la luna en el agua cristalina de un lago. ¿Cómo no darme cuenta aquel día que aquello tan maravilloso terminaría en algo destructible? Destructible para mí, para él, obviamente, sigue siendo maravilloso, se quitará un peso de encima, me quitaré de en medio y le dejaré ser feliz, si yo no puedo serlo junto a él, al menos, que lo sea él junto a ella. Un vaso cuando le echas una gota de más, comienza a verter el líquido hacía el exterior, yo me identifico con ello, la diferencia es, que verteré sangre, sangre llena de odio y de amor.
El reloj marca las 18.51 apenas media hora me queda para llegar al lugar, pero antes escribo una carta para mis amigos, que dejo encima de mi cama donde explico por qué hago esto y lo mucho que les quiero.
Comienzo a caminar. Estoy a un par de manzanas de la torre. Con cada paso que doy me empiezan a temblar las piernas, los latidos de mi corazón han cogido un ritmo inusual y mi mente se nubla. Me planteo si estoy cometiendo un error o es la respuesta correcta, recuerdo que cuando discutía con mi madre sobre estoy, ella me decía que era de cobardes, a lo que le respondía, es de valientes. Debo seguir, ya es tarde, me queda poco tiempo. El sol toma un tono naranja precioso y se empieza a esconder. Ya casi estoy en la planta donde empezó todo. Cada paso que doy hace que mi pecho tiemble y que el corazón se me vaya a parar, pero no, no puede pararse antes de que yo quiera. Lo tengo todo calculado, estoy en la septuagésima planta, y la caída hasta el suelo dura 107 segundos, o lo que es lo mismo, 1 minuto y 47 segundos. Como me esperaba le veo llegar corriendo hacia la torre para coger uno de los ascensor y pararme, pero me resulta bastante ridículo, ¿para qué me quiere viva? ¿Para que sufra más? No le voy a dar ese gusto. Le voy a hacer recordar este día toda su vida hasta que se muera de remordimientos. Ahí está, en el suelo. Es tan pequeño que parece una cucaracha, o… para qué ocultarlo, es una cucaracha, una cucaracha que a pesar de todo adoro. Maldito el día en que le conocí. Pero ya está, se acabó, cuanto más cerca caiga de él mejor. Tomo unos segundos para caer a la hora exacta. Cuento tres y me lanzo para caer a su lado. Uno, dos, tres… y 107 segundos después, estoy como quería, vertiendo sangre por la boca, porque cuando la gota colma el vaso, éste se tiene que vaciar.